El pasado mes de mayo el colectivo artístico anónimo Luzinterruptus regresó al Campo de la Cebada para llevar a cabo una instalación. Llevan a cabo intervenciones urbanas en espacios públicos desde hace años utilizando la luz como materia prima y la noche como lienzo. Esta vez llegaron con ánimo de compartir un día de trabajo y diversión con los habitantes del espacio.
El agua les reunió de nuevo en este espacio, anteriormente ocupado por una piscina pública y que desde hace dos años sirve de plaza pública a vecinos y artistas que trabajan de manera desinteresada para darle vida. Desgraciadamente, la voluntad política, pronto hará de él, un mercado de lujo y ocio para turistas con alto poder adquisitivo, dejando el uso deportivo que tanto necesita el barrio, reducido al mínimo y desde luego lejos del alcance económico de los vecinos de la zona.
En este contexto, quisieron llevar a cabo su instalación interactiva Lluvia profiláctica que no moja con la que han pretendido dejar un poco de agua iluminada en recuerdo de antiguos usos, esta vez lo han hecho mediante gotas de agua cayendo sobre los restos deteriorados de cemento.
Para darle forma usaron preservativos, sí, preservativos, extragrandes y extrafuertes, a los que añadieron agua azul, para convertirlos en grandes gotas, con tacto y forma de pecho de silicona, muy agradables de palpar y apretar. Con ellos crearon un espacio cúbico, delimitado por gotas suspendidas en el que uno se podía sumergir y acariciar, escuchando el suave sonido del agua moviéndose.
Gracias a la magia de la luz y el agua, consiguieron convertir 800 vulgares preservativos, en un refugio sensorial y relajante, apto para todos los públicos. Durante un día trabajaron en la instalación, ayudados por niños y no tan niños, que se acercaban atraídos por los apetecibles “globos” y que animosamente acabaron integrándose en una cadena de producción en la que cada uno era responsable de una parte del proceso.
Los ayudantes más pequeñines pensaban que estaban haciendo globos de agua que luego servirían para tirarse unos a otros, los niños algo mayores se preguntaban por la extraña forma y estaban entusiasmados toqueteándolos y jugando con ellos intentando que no se les escurrieran de las manos, los adultos se reían pícaramente y no podían evitar pellizcar la superficie y tocar con auténtico deleite.
Pasado los primeros minutos de bromas y risas, todos acabaron asumiendo que manipular condones era como cualquier otra actividad de la vida cotidiana, y eso, en definitiva, era lo que pretendían conseguir con todo esto.
La instalación se quedó durante toda la noche del sábado, sin saber exactamente lo que pasaría al día siguiente que había celebración en La Cebada. El domingo por la tarde, descubrieron que los niños no habían podido resistir la tentación de divertirse, jugando con ella como si de una piñata con luminosas sorpresas en su interior se tratara.
Habían montado una fiesta delirante, en la que un niño con palo largo rompía las gotas, tarea bastante complicada por cierto, ya que los preservativos eran verdaderamente resistentes, mientras otros, más pequeños se precipitaban a buscar las luces que caían precipitándose con el agua azul.
No había nada que objetar a tan lúdico final, así que se fueron encantados, con la promesa de volver al día siguiente a recoger los restos de la batalla, no sin antes advertir a los padres, que debían reciclar las baterías una vez gastadas, que aun siendo de litio, es imprescindible tirarlas al contenedor de pilas
Fotografía: Gustavo Sanabria
Más información: http://www.luzinterruptus.com
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