Crónica de una editora encantada y atrapada en la luz de Milán
Decir que el Salone del Mobile.Milano se ha convertido en un objeto del deseo es quedarse corto. Es, más bien, una suerte de peregrinación contemporánea en la que diseñadores, arquitectos, interioristas y creativos de medio planeta acuden año tras año como quien busca un nuevo evangelio del diseño. Y este 2025, la edición número 63, no decepcionó.
Nunca había visto tanta gente en los pasillos de Fiera Milano Rho. Desde la apertura, el recinto vibraba con energía eléctrica: una marea humana iba y venía sin cesar, todos móvil en mano, dispuestos a capturar la imagen perfecta, la historia más brillante, el reel que les asegure unos cuantos likes y algún que otro nuevo seguidor. Y razones no faltaban: cada rincón del salón y de la ciudad ofrecía una postal distinta.

La ciudad, un escenario a cielo abierto
El Fuorisalone ha sido este año una auténtica explosión de vida y creatividad. Desde Brera hasta Porta Venezia, pasando por Tortona, Isola o Durini, los distritos de diseño milaneses se transformaron en un hervidero de eventos, instalaciones inmersivas y showrooms que se desbordaban de gente. El buen tiempo acompañó —¡bendito sol milanés!—, y eso hizo que las calles se llenaran de una energía casi festiva. El ambiente era de euforia: los proseccos y los Aperol Spritz corrían de mano en mano mientras los asistentes, móviles en alto, posteaban sin parar. Una liturgia contemporánea donde el diseño era el pretexto perfecto para vivir la ciudad intensamente.

Salone borda su programa cultural
Este año, el Salone del Mobile.Milano puso toda la carne en el asador al desarrollar uno de los programas culturales más potentes que se recuerdan. Cuatro eventos de primer orden marcaron el pulso estético y conceptual de la semana: dos de ellos en pleno recinto ferial (La Dolce Attesa de Paolo Sorrentino y Villa Héritage de Pierre-Yves Rochon) y otros dos en el corazón cultural de Milán (Library of Light de Es Devlin y Mother de Robert Wilson).
Pero eso no fue todo. En paralelo, el Salone ofreció un menú de conversaciones, mesas redondas, masterclasses y workshops con nombres de talla mundial como Bjarke Ingels (BIG), Lonneke Gordijn (DRIFT), el propio Wilson, o expertos como Kaoru Mende, Marjan van Aubel y Stefano Mancuso, entre otros. Un line-up tan impresionante como diverso, que convirtió al recinto ferial en una auténtica universidad efímera del diseño y la luz.

Milán como escenario de una película de Sorrentino
Este año el recinto de Milano Rho acogió una instalación inmersiva con alma de celuloide. Paolo Sorrentino, maestro del plano perfecto y el ritmo suspendido, firmó La Dolce Attesa con escenografia de Margherita Palli y paisaje sonoro de Max Casacci, una pieza que plantea la angustiosa espera de los resultados médicos en un espacio cargado de tensión poética. Todo en ella evocaba ese instante suspendido entre lo cotidiano y lo sublime que tanto le gusta explorar al director. La luz tenue, los silencios prolongados, la atmósfera cargada de incertidumbre: por un momento, allí sentada, emocionada, sentí que me encontraba dentro de una de sus escenas.

Library of Light: la luz también se lee
Pocas instalaciones lograron seducir tanto como la Library of Light de Es Devlin. Una biblioteca cilíndrica de 18 metros de diámetro, formada por estanterías iluminadas que albergaban más de 3.000 libros, se alzaba imponente en el patio de honor de la Pinacoteca di Brera. Monumental, cinética, hipnótica. Su atmósfera, entre lo místico y lo futurista, atrapó a miles de visitantes que hacían cola para vivirla —y, por supuesto, inmortalizarla en redes—. Allí, Devlin nos recordó que la luz también es un lenguaje, una narrativa que se puede leer sin palabras y que cada vez conquista más adeptos.

Wilson y el arte de la pausa
Si Devlin propuso una lectura de luz, Robert Wilson compuso una sinfonía magistral de sombras. Su instalación Mother fue, sin duda, una de las experiencias más conmovedoras del salón. Una meditación visual y sonora en torno al “no acabado”, donde la obra dialoga con el espectador desde el susurro, no desde la estridencia. Una arquitectura del silencio, como él la llama. Y allí, entre luces tenues y la música de Arvo Pärt, todo el estrés de la feria se disolvía. Fue un lujo emocional que pocas ferias pueden permitirse.

Villa Héritage: un homenaje al lujo sin tiempo
Entre los pabellones 13 y 15, el diseñador Pierre-Yves Rochon nos transportó a una dimensión donde el lujo no presume, pero se siente. Villa Héritage fue un tributo a la estética de Luchino Visconti, a los acordes de Mahler, a la herencia reinterpretada con libertad creativa. Cada estancia era una cápsula de belleza silenciosa, una experiencia sensorial que olía a terciopelo, mármol y madera pulida.

¿Qué nos deja este Salone?
Nos deja inspiración, claro. Y miles de fotos. Pero también nos deja una certeza: el Salone del Mobile.Milano ya no es sólo una feria de diseño. Es un festival de experiencias, una pasarela de ideas, una ventana a futuros posibles. Un lugar donde la “Dolce Vita” milanesa se reinventa con cada edición, cada vez más instagrameable, sí, pero también más profunda, más reflexiva, más luminosa.
Y mientras edito las fotos en el aeropuerto, antes de subir al avión, me doy cuenta de que no importa cuánto hayas visto, fotografiado o compartido. Siempre me quedará esa sensación de haber formado parte de algo irrepetible.
Gracias infinitas a los diseñadores de iluminación y amigos que me acompañaron en este viaje milanés: Claudia Paz, Paula Martínez Abad, Yolanda Gutiérrez, Diana Murgueitio, Jordi Moya, Rafael Gavira, Joan Alsina, Jordi Ballesta, Naiara Caballero, Elena Peñalta y Cesar Castro. Compartir la luz y el diseño con vosotros lo hizo aún más especial.




